
Sin embargo existe la tendencia, por un lado los médicos ejercen de forma muy cautelosa la
profesión y para cubrir sus espaldas se abusa de la interconsulta y de las
investigaciones diagnósticas, pensando que así están más protegidos de
las demandas de los abogados; por su parte, el paciente busca aprovecharse de
los errores del médico, para obtener recursos económicos, a veces a costa de
poner en riesgo su propia salud. Luego, entre esta marea, se desplaza la comunicación
médico paciente actual, que puede tornarse perversa, generadora de
desconfianza y eleva los costos de atención.

Respecto a la importancia de la comunicación con el paciente está demostrado que el factor más significativo que conduce a la
insatisfacción del paciente es el fracaso del profesional sanitario para
explicar adecuadamente el procedimiento o de proporcionar las instrucciones
correspondientes.
El profesional debe proporcionar
descripciones exactas y precisas y ser capaz de comunicarse sin tecnicismos. Si
el profesional es incapaz para expresarse cuidadosamente y en términos simples,
entonces el mensaje que transmitirá al paciente será vacío de contenido.
Si la comunicación con el paciente es deficiente, la
posibilidad de conflictos es muy elevada sobre todo en unos tiempos que predomina la medicina defensiva,
caracterizada por la desconfianza entre médicos y pacientes.
La constancia escrita de
la información tiene un mero valor “ad probationem” , garantiza que hay
constancia del consentimiento y de las condiciones en que se ha prestado, no
puede sustituir a la información verbal, que es la más relevante para el
paciente. Luego la información
escrita no excluye la información verbal, especialmente en aquellos tratamientos continuados en los que
se va produciendo la información integra en un
procedimiento gradual y básicamente verbal, a través de la cual se pone en
antecedentes sobre las características de la intervención a la que va a ser
sometido el paciente y los riesgos que conlleva.
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